Maestro Albeitar y Herrador en el siglo XVIII

Herriko zalditeria nagusi eta gazteenetako albaitariaren eta ferratzailearen figura funtsezkoa izan zen XVIII. mendean, animalia horiek gabe ezin baitzen ez pertsonarik ez gauzarik garraiatu, ezta laborantzako lanik egin eta fruiturik ekarri ere.

Ignacio Anzuola herrando una caballería en la década de 1960

Este artículo quiero dedicarlo al recuerdo de Ignacio Anzuola Elvira, el último herrador de Elciego. Persona sabia en el oficio, muy reconocido y prestigiado en toda su última etapa fuera de nuestra Villa; buen vecino y conversador.

La figura del herrador en una población dedicada a la agricultura y en una sociedad en la que el medio de transporte era con el empleo de los asnos y caballerías, era fundamental; ya que estos animales necesitaban ser calzados con herrajes apropiados que se iban desgastando y deteriorando con el uso. Todas las casas disponían al menos de un burro como medio de transporte de las personas y de la recolección de los frutos. Las mulas y caballerías desarrollaban el trabajo más intenso, pero eran pocas las familias que podían disponer de ellas.

El oficio del herrador también llevaba consigo el de velar por la salud de estos animales, por eso la figura profesional era la de Albaitero y herrador.

Todos los albaitar y herradores eran venidos de fuera y residieron un tiempo corto o más prolongado en la Villa. Incluso alguno de ellos matrimonian en Elciego y fijan aquí su residencia.

A inicios del siglo vino de Ramales Francisco Urtiaga Miguel, quien contrajo matrimonio en Elciego con una oriunda de Vergara, Mariana Oceta Sondo. Poco duró su matrimonio y su vida, ya que transcurridos dos años, en 1704, fallece. En el inventario que tuvieron que realizar las autoridades locales se reflejaron “Dos martillos de herrar, un pujabantes y unas tenazas. .Una bigornia y un puntero, setenta y nueve herraduras sin adobar y ciento y cuarenta y tres adobadas. Veinte libras de clavos”

A lo largo de toda la mitad del XVIII fue la familia Zubiaur la que desempeñó este oficio. Mateo Zubiaur Urquiza, natural de Vitoria, ejerció de herrador desde principios de la década de 1720. Tuvo como tutela y con contrato de aprendizaje a otro muchacho vitoriano llamado Bentura de Marauri para que aprendiera el oficio. Un contrato de cuatro años para que le enseñara “todo cuanto pueda en dicho arte de albatería y herrar”. Le mantendría en su casa dándole “de comer, cama y limpiarle la ropa” . El muchacho no podía abandonar ni ausentarse sin permiso del maestro, en caso que ocurriera, tendría que abonar los gastos ocasionados y el maestro albaitar podría poner a otro aprendiz en su lugar. Al finalizar este período de aprendizaje el maestro le tendría que proporcionar “un vestido de pies a cabeza según es costumbre con otros aprendices en dicho ministerio”.

Mateo Zubiaur debió ir a otra población y su puesto lo ocupó su hermano Joseph Zubiaur Urquiza. Matrimonió en Elciego en 1727 con una joven local, Angela Armona Medrano y tras enviudar con otra guipuzcoana llamada Teresa Iturbe Mendía en 1746. Los hijos de ambos matrimonios nacieron y se criaron en la Villa. Joseph falleció en 1752 y como consecuencia de esta ausencia, se celebró un Concejo General de la Villa donde se trata la problemática de haberse quedado la población sin maestro albaitar y que es forzoso buscar otra persona que le reemplace. En el Inventario que hubo que hacer tras su fallecimiento, aparte de otros libros lo que denota un nivel cultural del fallecido, se inventarió uno denominado “Cabrera Institución de Albeitar”, otro del oficio y “tenazas, martillos y pujabante”. Joseph Zubiur disponía de un buen nivel económico y social por lo que se deduce de su inventario y una buena hacienda de viñedos que vinificaba en el lago de su casa de 60 cargas de capacidad y tres cubas para su almacenamiento.

Tras este Concejo General celebrado en abril de 1752 en el que se abora que que la población está “sin Maestro Albeitar para la curación, herrar y demás necesario al gobierno de las caballerías que tenemos, y de las que transitan y concurren a la Villa”, se contrata a Tomás de Urrutia Isasi, vecino de Luyando. Se compromete a herrar y curar a todas las caballerías y ganados de la Villa por el precio de 11 cuartos cada herradura mular y 32 fanegas de trigo. Se le autoriza a ir a las ferias de Haro y Nájera, pero estando en ellas a lo más tres días. El albeitar no podía ausentarse de la Villa sin permiso de la autoridad y en este caso poniendo una persona que le sustituyera, que normalmente era el albeitar de Cenicero. Esta ausencia estaba totalmente prohibida en la época de la vendimia.

A Tomás Urrutia Isasi se le siguen renovando los contratos cada cuatro años, siendo el último el de 1759. El pujante desarrollo económico de la Villa se refleja en el aumento de las caballerías para los trabajos agrícolas. Parece ser que Tomás Urrutia tenía problemas de vista y ésta le creaba indisposiciones en el desempeño de su trabajo, por lo que acuerdan que su hermano Martín “Maestro aprobado en ambas facultades” le pueda ayudar y suplir cuando fuera necesario.

El siguiente contrato de 1763 se hace ya con Martín Urrutia Isasi, manteniendo las mismas condiciones que los anteriores. Martín se había establecido años antes en Elciego junto a su hermano y contrajo matrimonio con la hija del albeitar de Cenicero, al que le tuvieron como fiador en los contratos. De este matrimonio nacieron dos hijos, en 1754 y 1759, continuando la primera hija su vida en la Villa.

En 1765 se vincula la Villa con otro maestro albaitar, Manuel Moreno, de Logroño. Para que “asista a herrar y curar a todas las caballerías sanas y enfermas que al presente tienen y en adelante tuvieren en esta villa sus vecinos y moradores por espacio de dos años” . Tiene como salario por cada caballería mayor 6 celemines de trigo y por la menor a 3 celemines “de buena calidad” . Su tarifa era la siguiente: por cada herradura en caballería mayor, 11 cuartos y por menor 8 cuartos. Tenía también la opción de ajustar la caballería por todo el año, que entonces sería de 33 reales.

En 1769 se trae otro maestro albaitar de Logroño, de nombre Pedro Pastor. Las condiciones poco varían de las tenidas hasta ahora. Por cada caballería mayor cada vecino pararía 6 celemines de trigo de buena calidad y por la menor 3 celemines. En el caso de la colocación de herraduras, a las de caballería mayor 11 cuartos, con la condición de tener cuatro “clavezas” en cada lado. Si fuera caballería menor, es decir los asnos y burras, sería de 8 cuartos. Se sigue admitiendo la posibilidad de ajustarse por año con el herrador con un máximo de 33 reales. Tomás Pastor era hijo de albeitar, del misno nombre y apellido, y tuvo en su progenitor el aval necesario para cubrir el servicio en caso que tuviera alguna ausencia forzada o voluntaria con permiso de la Justicia local.

En 1770 Pastor excusa su situación al haber contraído matrimonio “con una hija de la ciudad de Estella y no haber podido conseguir viniese a vivir su mujer a esta Villa” en un memorial que el Ayuntamiento lo admite y un nuevo Concejo General decide que hay que contratar otra persona, porque la población y sus animales necesarios para el sustento de ella, no pueden quedar desatendidos. Se hace contrato a un maestro herrador de Vitoria, de nombre Santiago López de Ylarraza. Las condiciones son las mismas que en los contratos anteriores, si bien hay detalles de redacción dignos de mencionar, como la de “curar a todas las caballerías de los vecinos y moradores de esta Villa de las enfermedades que tuvieren, así mayores como menores” . El salario mejora ya que es ahora de una fanega de trigo en cada yugada por un año y media fanega por cada caballería mayor y menor. Por la atención de las crías no llevará salario alguno. La colocación de herraduras sigue manteniendo los precios: la caballería mayor 11 cuartos por cada herradura y por la menor 8 cuartos. Siempre con el condicionante de que han de tener 4 clavezas en cada lado.

No llegó a finalizar su contrato y fue despedido por no haber asistido al gusto de los vecinos que tenían más caballerías de la Villa. El asunto fue tratado en Concejo General y se aprobó su despido, autorizando a los del Ayuntamiento que pronto tomaran los servicios de otro maestro albaitar. Para atender el servicio se contrató a Clemente Alaba, asentado en Nájera, pero originario de Hueto. Las condiciones: por cada yugada mayor una fanega de trigo por un año y si es por una caballería mayor, media fanega. Si la caballería fuera menor, 3 celemines y por las crías recién nacidas no podrá cobrar salario alguno. Otro caso sería si los dueños reclamaran los servicios del albaitar, en ese caso lo cobraría de su cuenta. En lo refernte a las herraduras, si es caballería mayor a 11 cuartos y por la menor 8 cuartos; poniendo como condición que las herraduras tienen que tener cuatro “clavezas” en cada lado. Sigue vigente la fórmula de vincularse un dueño con todo el herraje de sus caballerías por un año por el precio máximo de 33 reales. Esta fórmula la promovían los mayores propietarios, que gobernaban el municipio y tenían el mayor número de caballerías mayores para trabajar sus haciendas. Sigue el condicionante riguroso de que no puede salir del municipio sin avisar a la Justicia y en caso de tener que ausentarse tiene que poner otro maestro albaitar a su costa.

Clemente de Alaba se asentó en la Villa donde nacieron sus hijos y donde ejerció su profesión hasta finalizar el siglo. En el último contrato se le hizo en 1796 y en los preámbulos reflejan que le renuevan el contrato “atendiendo a las notorias calidades y apreciables circunstancias del mencionado Clemente de Alaba”. En relación con los contratos anteriores hay variaciones importantes reflejando que la asistencia a las caballerías debe ser con toda puntualidad y haciéndoles las visitas correspondientes y necesarias. Como salario se le abonarán 22 reales por cada caballería mayor y 11 reales por la menor y este salario debe ser por adelantado. Según refleja el contrato, el adelantar el salario en razón de la caballerías de cada vecino se ha convertido ya en una costumbre. Por las herraduras también hay un incremento de tarifas: 14 cuartos para las mayores y 10 cuartos para las menores.

Ya a principios del siglo XIX siguió con el oficio su hijo Antonio de Alaba Chávarri, siendo éste el único albaitar y herrador nacido en la Villa; como hemos comprobado, todos los demás vinieron de otras poblaciones.

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