Blog honetan ezin da falta Andres Merino Aitari buruzko aipaketa bat baino gehiago. Ziekon jaioa, ospa handikoa da letreen arloetan eta Unibersitateko irakaskuntzan; bere liburuak erabiltzen dira oraindik.
Si en este blog sobre aspectos históricos y culturales de Elciego no se recogiera la figura inagotable del P. Merino, tendría una asignatura pendiente con un importantísimo personaje de las letras del s. XVIII nacido en nuestra villa. Numerosos son los trabajos de especialistas que han hablado y alabado la figura de este personaje tan olvidado en nuestro pueblo. A través de este blog queremos divulgar el recuerdo de su figura, aproximar a nuestros lectores los distintos materiales que ha dejado en bibliotecas e impulsar el conocimiento de su gran labor a todas las personas relacionadas e interesadas por Elciego.
Uno de los trabajos más especializados sobre la figura del Padre Andrés Merino es el de nuestro convecino el catedrático Emilio Palacios Fernández.
www.escolapiostd.es/Documentos/Documentos/PAndresMerino.doc
En las universidades americanas sigue aún estando como uno de los mejores referentes en paleografía y letras antiguas, lo que ha originado y origina muchísimas referencias y pequeños estudios sobre este personaje.
Manuel Antonio Merino Irigoyen nació en Elciego en los últimos días del año de 1730, bautizándolo en la iglesia parroquial el 31 de diciembre Don José López de Bérriz. Estos apellidos no eran de familias asentadas en el pueblo, por lo que nos lleva a la conclusión que estuvieron en nuestro pueblo en trabajos temporeros o circunstanciales. Seguramente estuvieron trabajando para los Ramírez de la Piscina ( en aquellos años simultaneaban Ramírez de la Piscina con Ramírez de la Peciña) puesto que el padrino de bautismo fue Juan José Antonio Ramírez de la Peciña, uno de los mayores hacendados del XVIII en nuestro pueblo. No tenemos ningún dato al respecto de la familia Merino ni tampoco hasta cuándo estuvieron residiendo en Elciego. Muy probablemente el pequeño Manuel Antonio vivió su infancia correteando por nuestras calles y rincones, teniendo aquí sus primeros contactos con las letras. Parece ser que en torno a 1738 la familia pasó a vivir a Valencia, donde entró en relación con los Escolapios ingresando en la Orden en 1760. A partir de entonces tomó el nombre religioso de Padre Andrés Merino de Jesucristo Sch. P. (Scholarum Piarum – De las Escuelas Pías). Ejerció de profesor en varios colegios de los Escolapios y Carlos III le asignó una pensión de 30.000 reales para que pudiera publicar los resultados de sus investigaciones. Falleció en Valencia en 1787. El Padre Andrés Merino figura en el Catálogo de Autoridades de la Academia de la Lengua
http://catalogo.bne.es/uhtbin/authoritybrowse.cgi?action=display&authority_id=XX909582&index=LCNAME&lang=es
El P. Merino se dedicó a cultivar la enseñanza de las letras dejando un legado importantísimo. Llegó más allá de la docencia, publicando antologías de autores clásicos, gramáticas, diccionarios, multitud de dibujos y grabados….siendo su “Escuela Paleográfica o de leer letras antiguas desde la entrada de los Godos en España hasta nuestros tiempos” (Madrid 1780) un referente mundial en este arte, que aún se sigue utilizando en las universidades.
En esta ocasión traemos al blog el libro “La mujer feliz, dependiente del mundo y la fortuna” (1786) que el P. Merino escribió bajo el seudónimo de “El Filósofo Incógnito”.
Tras la publicación de esta entrada en el blog, una persona nos ha hecho llegar este comentario sobre «La Muger Feliz». Lo consideramos tan acertado que creemos que hay que incluirlo como una interesante aportación a nuestro blog. Por eso lo insertamos en este mismo apartado. La persona firma con las iniciales C.I.B.
«Hacia mediados del S.XVIII, una minoría culta (formada por nobles, funcionarios, una nueva e incipiente burguesía mercantilista, y un clero reformador y con un sentido más científico que espiritual) comienza a considerar que, el país y la sociedad, necesita una serie de reformas.Pese al tradicionalismo social que caracterizaba a estas élites, se hacen más permeables a las ideas imperantes en países vecinos como Francia y al espíritu crítico y científico de la ilustración.
Dejando al margen las reformas de carácter político y económico, podemos considerar que una de las reformas más características y clave de este momento, fue sin duda, la educativa.La sociedad debía educarse y tener un nivel cultural “aceptable”. Esta idea, basada en la máxima de la Ilustración de que la felicidad reside en el conocimiento, es la que origina que exista un auge de las publicaciones de tipo pedagógico y doctrinal en este momento.Este espíritu ilustrador provoca que incluso, el papel de la mujer dentro de la sociedad, cambie por completo.
El papel de la mujer pasa a ser objeto de debate dentro de esas ideas reformistas y pedagógicas. Se la empieza a considerar como alguien necesario dentro de la sociedad. Las mujeres son educadas igual que los hombres pese a las reticencias de una sociedad conservadora. Surge un amplio catálogo de literatura dirigida a las mujeres, mucha de ella, con de carácter doctrinal.En este marco es donde debemos situar la obra del Padre Merino “La mujer feliz dependiente del mundo y la fortuna”
El Padre Merino propone en ella una lectura algo más conservadora que otros autores de la época pero, aun así deja traslucir en todo el texto (una narración alegórica de tipo pedagógico) su preocupación por educar al público femenino a la que va dirigida.
Esta publicación ve la luz, por primera vez, en 1786 y lo hace dividida en tres volúmenes. Pese a todo, parece ser que gozó de cierto éxito ya que se publicó en otras dos ocasiones, siendo la última en 1805, con correcciones y ampliaciones a la original. Aparece publicada bajo seudónimo “El filósofo Incógnito” por, tal y como sostiene Emilio Palacios, una preocupación en ocultar su identidad ya que el género que aborda, el propio carácter y público al que estaba dirigida la obra, está ligeramente desprestigiado en los círculos intelectuales en los que se movió nuestro personaje.Aun así no hubo problemas para reconocer la autoría que se escondía tras ese sugerente seudónimo.
Esta obra surge como una especie de réplica a otra publicada poco tiempo antes: “El hombre feliz independiente del mundo y de la fortuna” del, también sacerdote, Teodoro de Almeida. Parece ser que el Padre Merino, tras leer la anterior, no estaba de acuerdo en ciertos aspectos de la misma y decide escribir su texto modificando y corrigiendo aquello que no le agradaba y, de paso, mostrar la felicidad que se puede alcanzar en la sociedad e instruir a las mujeres, las cuales con su virtud, discreción y ejemplo, son las que más pueden contribuir a la noble educación de los hijos y al arreglo decoroso de las familias.
Existe, por lo tanto, una preocupación pedagógica que pretende inculcar y oriental el sentido moral (y católico) de las mujeres, pilar básico de la familia.
Pese a lo original de la misma, comprobamos similitudes con la de Almeida. El personaje retoma la historia donde concluye la del portugués; aunque, en este caso el Padre Merino, coloca a una mujer en el centro de toda la trama y transforma el título donde deja perfectamente claras las intenciones y la crítica básica a la obra de Almeida: ni el hombre ni la mujer pueden ser independientes de la fortuna (destino) que, claramente, asocia al concepto de divina providencia. El destino no lo forjan las personas, el destino lo proporciona la divinidad y, nosotros, somos dependientes del mismo. En el prólogo, original del propio autor, hace una crítica más extensa a la obra portuguesa e indica sus fallos historiográficos y cronológicos, mostrando así un profundo conocimiento de esta materia.
La novela cuenta la historia de Sofronia, Condesa de Moravia, viuda, y conocida comúnmente con el nombre de “muger feliz” y los acontecimientos que ocurrieron en su casa de Olmutz, durante el tiempo que como Peregrina desconocida se hospedó en ella, la Princesa Sofía, emperatriz que fue de Constantinopla. Estructura el relato como una especie de novelización de las memorias de Sofronia, recurso que logra dar mayor veracidad al relato.» C.I.B.