1693 El testamento del Licenciado Don Manuel Fco Navarrete Ladrón de Guevara

Manuel Francisco Navarrete lizentziaduna Santanderko Abadiara igo ondoren, hainbat dokumentu ofizial idatzi zituen bere bizitza eta etxaldea antolatzeko. Horien artean testamentu bat.

En Julio de 1693 el Rey Carlos II concede el cargo de Abad de la Colegiata al entonces Canónigo Magistral de la Catedral de Palencia, al Licenciado Don Manuel Francisco Navarrete Ladrón de Guevara. Atrás quedaron las disputas entre el Monarca y el Cabildo cántabro sobre la potestad de la Colegiata, zanjadas definitivamente en 1680 por la Real Cédula del Monarca en la que dejaba claro que era de su Real Patronato. Por lo tanto el nombramiento del Abad, de la persona que gestionaba los recursos y la vida cotidiana de la Colegiata, era potestad del Monarca y no de la autoridad eclesiástica de Burgos.

Este nombramiento supuso para Navarrete un ascenso muy importante en su carrera eclesiástica y también una reflexión importante en la organización de su vida personal. Por una parte tenía que adecuarse a la nueva situación, como la declaración de no percibir ni haber percibido en este último año ninguna renta real, o la de tramitar el título de Abad con la percepción de los consiguientes emolumentos. En el aspecto personal hace una reflexión sobre la organización de su vida y sus heredades, tomando tres decisiones sobre sus asuntos más terrenales: crea un Vínculo con todos sus bienes raíces en la Villa de Elciego, pasándolos a su hermano Gaspar, renuncia al Beneficio que tiene en la parroquia de su Villa natal y redacta un Testamento. Todas estas voluntades, rumiadas entre los meses de julio y agosto, las documenta en Palencia el 14 de agosto de ese año ante el escribano Francisco Montero.

A sus 39 años Navarrete redacta un testamento manifestando sus voluntades genéricas y también las que atañen a su Villa natal. Tras hacer una profesión de fe de su creencia religiosa, pedir perdón de sus culpas y encomendar su alma a la Divinidad, solicita que su cuerpo sea enterrado según en el lugar en que le sobrevenga la muerte. Lo más normal es que acontezca en una de las dos localidades por donde transcurre su vida: Palencia o Elciego. En Palencia solicita ser sepultado en el altar de la Visitación de la Catedral. No se escapa el detalle de que la fiesta de la Visitación, la de su prima Santa Isabel a la Virgen María, era la fiesta patronal de su Villa. Si falleciera en su población natal, a la que acudía con frecuencia, solicita ser enterrado en la Iglesia Parroquial, en la sepultura de su primo Don Joseph Ruiz de Ubago, canónigo que fue de la Iglesia de Santo Domingo de la Calzada. Este detalle muestra que a pesar de las rivalidades entre miembros de los Navarrete y los Ruiz de Ubago, también había grandes amistades y complicidades entre miembros de ambas y emparentadas familias. Si por un casual el fallecimiento ocurriera lejos de estas dos poblaciones tan entrañables para él, deja a sus criados que elijan el lugar donde le den cristiana sepultura.

Siguiendo una costumbre que posteriormente se reproduciría en algún Ruiz de Ubago, es deseo del testador que en el día de su entierro se vistan doce pobres, “a disposición y señalamiento de mis testamentarios”. Esta costumbre la veremos también en algún testamento posterior de algún Ruiz de Ubago.

El rezo de misas por su alma, muy al uso en testamentos de clérigos y legos con posibilidades económicas, lo cifra en mil misas. Quinientas ya estaban fijadas en el Vínculo que ese mismo día y ante el mismo escribano había creado. Y las otras quinientas deja a la voluntad de sus testamentarios, fijando estipendios y gratificaciones.

Una de sus fijaciones a lo largo de su vida fueron los libros. Aparte de lo pautado en el Vínculo con su librería, en este testamento deja 50 Ducados para libros de la facultad de Teología y más concretamente para su querido Colegio de Santa Cruz de Valladolid. Esta voluntad se canalizaría a través del jesuíta Vicente Mascarel, compañero de él en dicho colegio y con el que le unía una entrañable amistad.

La generosidad de Navarrete deja aquí también su huella mandando 50 Ducados para ornamentos y alhajas del culto divino a su Iglesia Parroquial de Elciego, otros 50 Ducados al Hospital de San Antolín de Palencia, otros 50 Ducados para ornamentos y alhajas de culto divino a la ermita de la Virgen de la Plaza de su Villa natal, 1 Real de a ocho de plata para la ermita de San Cristóbal de Laguardia, otro real de aocho para la ermita de San Juan de Ortega de Navaridas y un doblón a la de San Roque de Elciego,

De este testamento se desprende que Don Manuel Aguado, Arcediano del Cerrato de Palencia, fue administrador del canonicato de Navarrete. También se desprende en este párrago que los Aguado Navarrete estaban emparentados con los Navarrete de Elciego, puesto que a Manuel Aguado le denomina “mi primo” . Posteriormente, en 1711, en Elciego se casará su sobrina Tomasa Navarrete Ladrón de Guevara con Manuel Aguado Pardo.

Manda en su testamento que todos sus vestidos y alhajas se repartan entre sus criados, dándole a cada uno una cama de ropa. A la ama, aparte de la ropa de cama, todos los trastos de cocina.

Nombra por albaceas al Provincial de la Orden de San Francisco de Burgo, al Conde de Mansilla y a su yerno, a su primo don Manuel Aguado, al Canónigo Blas de Prado Nestares y a su hermano Gaspar.

Un testamento con los detalles justos ya que ese mismo día, un 14 de agosto, había documentado ante el notario Montero otros dos documentos vitales en la organización de su vida y sus bienes: el Vínculo con las heredades de Elciego y la renuncia al Beneficio en la Iglesia de su Villa natal.

Un agradecimiento especial al Archivo Histórico de Palencia quien tiene en sus archivos estos documentos de Don Manuel Francisco Navarrete y que muy amablemente nos ha dejado consultar y reproducir.